jueves, 25 de febrero de 2010

Pero Paraguay existe? (15-18 de feb 2010)

Paraguay, ¿para qué vas a ir allí? ¿Qué hay en Paraguay para ver? Es todo lo que he oido siempre que decía que quería ir a Asunción. Esas mismas preguntas me parecieron razones más que suficientes para ir y conocerlo y me dieron más ganas todavía. Todo el mundo decía que Paraguay era peligroso, que estaba lleno de contrabandistas, que era un desorden y que no había nada nuevo que ver.
Bueno todo eso había que comprobarlo así que cuando salí de Iguazú me largué para Asunción a ver a Álvaro y Nelly, con la mala suerte de que cuando llegué Irene y Pablo acababan de salir para ver las cataratas de Iguazú. Yo a mi vez salí de Iguazú en autobús, un autobús casi de línea que poco a poco desde la estación se va llenando de gente con dirección a Ciudad del Este. Mi desconocimiento del mapa me hizo no darme cuenta de que para llegar allí había que cruzar Foz de Iguazu en Brasil. Sin embargo allí nadie nos pidió el pasaporte, nadie paró a nadie y una vez que salimos de Argentina todo el autobús se encontró en tierra de nadie brasileña. Brasil y Paraguay están separadas en esta frontera por un enorme puente que cruza el río Paraguay, o más bien el embalse que ha creado la inmensa represa de Itaipu, la segunda presa más grande del mundo ahora que ya está construida la de las siete gargantas y uno de esos puntos claves para entender Paraguay. La presa produce una inmensa cantidad de energía. Se hizo durante la dictadura de Stroessner y este vendió los resultados a un precio de risa a Brasil... hasta hoy en día. Ahora resulta ser prácticamente la única fuente de financiación del gobierno paraguayo, todo el mundo dice que nadie paga impuestos, este país es un poco raro la verdad.
Una vez cruzado el inmenso tajo lleno de agua desde la altura del inmenso puente se llega a Ciudad del Este. Viniendo del Brasil europeo y perfecto, lo primero que llama la atención es el caos y el amontonamiento de coches. El edificio de la aduana está en construcción y el conductor ya me advirtió que él no se para porque NO LE DEJABAN los policías de la aduana, así que si quería el sello tenía que ir yo a por él y luego esperar otro autobús bajo la lluvia. Conmigo en el autobús iban unas 40 personas, todas iban a pasar el día ansiosas de comprar y comprar en los miles de comercios que venden tecnología y productos de importación que en el resto de sudamérica tienen que pagar impuestos mientras que aquí... No.
La ciudad es un ejemplo de mezcla impagable, lo paraguayo se mezcla con lo brasileño de forma clara y al mismo tiempo imperceptible. La gente habla un portuñol mezclado con guaraní que muchas veces te deja clavado en el sitio intentando descifrar siquiera lo que quiso decir. Los autobuses y los coches pasan de un país a otro sin pedir permiso y sin que nadie les diga nada. Yo volví a la aduana para recibir el sello, temiendo lo que luego pasó en Encarnación, que me preguntaron que cómo había podido pasar de Argentina a Ciudad del Este sin sellar en Brasil... mi cara lo dijo todo y finalmente se dejó de hacer el tonto y me selló la salida, no me quiero imaginar si no hubiera tenido el sello de entrada. Ciudad del Este es un enorme mercado en el que paraguayos, brasileños, chinos, japoneses, polacos, italianos... todo el mundo compra y vende como locos. Recuerda a una de esas calles de Andorra en las que los coches se amontonan a la búsqueda de la radio para el coche, la play station o el móvil último modelo. Te imaginas las historias que cuentan de ventas de armas, tanques, misiles antiaéreos, de cualquier cosa, no parece haber control ninguno.
En fin, me fui de ahí bastante pronto, no me quería quedar y quería llegar a Asunción. Y llegué, después de atravesar las planicies infinitas llenas de cultivos y pastos para ganado. Todo esto en algún momento de su vida fue bosque, un bosque espeso, en el que se encontraba la mayor diversidad de fauna del mundo. Ahora las vacas compiten con las ovejas y tan sólo quedan unas palmeras de la flora original que ha sido sustituida por pinos, abetos y eucaliptos. En algunos parches de tierra se pueden ver las araucarias, los antiguos pobladores de estos paisajes, unas araucarias distintas de las chilenas, más bajas y espinosas. Desde aquí hasta Curitiva están presentes en un paisaje que ha intentado desterrarlas pero que, por suerte, no ha podido. A medida que uno se acerca a Asunción el calor arrecia, la humedad se hace algo insoportable. En Asunción sólo estuve un día, pero me tocó un día en el que las piedras sudaban. Asunción vive en una de las márgenes del río Paraguay, en la frontera que le quedó a Paraguay una vez que los vencedores de la guerra de la triple alianza dividieron el país, para ser más concretos Brasil y Argentina. Asunción y casi todas las ciudades grandes de Paraguay quedaron en la margen de un río que hacía frontera con uno de sus enemigos. Ese momento es otro de los puntos claves en la historia de Paraguay. Una guerra que Inglaterra promocionó para reventar una economía que no sólo rompía uno de sus monopolios sino que además presentaba un mal ejemplo para los países vecinos que habían entregado su economía a los barcos británicos. Lo consiguió y cuando los ejércitos de la alianza terminaron su trabajo no quedaba en Paraguay mas que un tercio de la población de antes de la guerra y algo así como el 10 % de los varones. Es decir que Paraguay prácticamente desapareció del mapa en cuanto a su población.
Asunción para mi tenía una curiosidad. Había leído las historias de la fundación, de esos días en que los españoles comenzaron a subir el curso de río de la plata y el Uruguay y terminaron fundando la ciudad en esa orilla. Cuando los habitantes de Buenos Aires tuvieron que salir huyendo de los ataques de los pobladores de la región hicieron ese mismo camino y fueron a refugiarse en Asunción, de donde volvieron para refundar la ciudad. La población original de Buenos Aires venía de esa mezcla que se generó en Asunción, una mezcla entre los primeros colonizadores y los indígenas guaraníes. A Asunción fue donde llegó Cabeza de Vaca cuando fue nombrado adelantado del río de la plata, esa región es la que describe en sus Comentarios, incluyendo las cataratas de Iguazú. Asunción tenía ese encanto para mi, ver un lugar que en su momento había sido uno de esos primeros puntos de contacto entre dos mundos. Me encontré con una ciudad que se desvanecía de calor, un calor pegajoso y húmedo, entre el retumbar de autobuses y coches antediluvianos que paseaban por callejuelas y rinconces que se caían si que nadie los sujetase. Una ciudad llena de basura que ofrecía unos contrastes impresionantes para el ojo occidental: Los edificios del Gobierno paraguayo se encuentras a pocos pasos de las chacaritas (las favelas paraguayas) y conviven con tranquilidad. Los policías paseaban o se quedaban en grupos de cinco y seis en lugares visibles tomando tereré. Niños rubios, casi albinos jugaban al fútbol en la calle gritandose en guaraní y mascullando un español incomprensible. Las calles estaban llenas de teléfonos móviles que se vendían por todas partes, pero no había otras cosas más cotidianas.
Según dicen en Paraguay nadie paga impuestos, el estado sobrevive de las hidroeléctricas. Viendo las estructuras de gobierno uno se lo cree. El congreso fue construído con la ayuda del gobierno de Taiwan y el arreglo de las calles lleva meses si no años en completarse.
Es curioso como la ciudad se acaba en el río y no invade la orilla de enfrente.
En una de las plazas se encuetra la antigua estación del ferrocarril, el primero de sudamérica, hijo de la prosperidad del algodón y la autarquía del dictador de la época. Como en casi toda sudamérica el tren a cedido el paso a los autobuses, que gastan combustible, tienen que mantenerse y renovarse, pueden multiplicarse indefinidamente y necesitan de carreteras que alguien tiene que construir y mantener. El antiguo edificio alberga ahora un museo pequeñito pero interesante. Todo el material es original y está básicamente colocado en algunas de las habitaciones de la antigua estación. El plato fuerte son dos vagones originales, el comedor y el dormitorio de lujo, ambos impresionantes por su estado de conservación y los detalles que mantienen. El museo, como todo Asunción, no tiene turistas y uno tiene el placer de pasearse por los pasillos sólo y tratar de imaginar otros tiempos y otros momentos.
Bueno creo que por hoy ya di la paliza lo suficiente, dejaré algunas de las impresiones del resto del viaje para otro post.






Estas son fotos del museo del tren.











Alguno de los edificios de la ciudad.

El reloj que marca los días para la celebración del bicentenario ni siquiera está encendido.

Lo que se ve reflejado son las chabolas frente al congreso.






Ese edificio blanco es la casa del presidente y lo de abajo chabolas.





viernes, 12 de febrero de 2010

el carnaval de cadiz en el cono sur (febrero 2010)

He llegado a Montevideo con el caranaval. No estaba preparado, pero casi mejor, la sorpresa fue mayor y el placer para que contar. Lo primero que me esperaba eran las llamadas. Las llamadas son los arrebatos candomberos de Montevideo. El candombe es la expresión africana de Uruguay, un ritmo de tambores que se toca en cuerdas de intérpretes que avanzan al paso lento de las cadenas que antaño les ataban por los pies. Los tambores cuando salían a la calle ya fuera en alguna fiesta o de forma improvisada se llamaban los unos a los otros, comenzaban a sonar y a juntarse. Las bodas, los funerales, la antiguas fiestas africanas transformadas por la esclavitud. Todo podía ser una excusa para sacar los tambores a la calle. Sin embargo no estaban bien vistos por los señores porque en ellos se podía escuchar el recuerdo de la libertad perdida, de las tradciones no cristianas, así que generalmente quedaban relegados a un par de días en el carnaval. Con el paso de los años, el final de la esclavitud y los cambios políticos, la fiesta fue cuajando como parte de la tradición uruguaya y hoy en día es parte indispensable del carnaval. Todo Montevideo se junta en las llamadas para bailar y gozar con las comparsas de negros y lubolos. Si hace unos años las llamadas eran algo exclusivamente negro ahora son de todo Uruguay. En las comparsas participan todas las razas. Los negros van de negros y los blancos también, se pintan el rostro convirtiéndose en lubolos. Son agrupaciones de barrio, gente que se conoce de compartir el mismo espacio y que practica todo el año para poner un espectáculo en pie, no por el dinero, ni por la fama, sino para pasárselo bien, para disfrutar un día de la magia de un día.






Si las comparsas son el carnaval negro de Uruguay, las murgas son el carnaval blanco. Las murgas son también agrupaciones de barrio, gente que durante todo el año compone música y letras, diseña vestuarios, prepara una coreografía y todo para luego durante un mes llevarla por los tablados que llenan la ciudad. En un tablado actuan en una noche unas tres o cuatro murgas, quizá en lugar de una de las murgas está una comparsa o unos parodistas. En Montevideo la murga es Uruguaya, pero para cualquiera que venga de España la murga es gaditana y se parecen, son primos hermanos, uno de esos casos de ida y vuelta que han unido los dos continentes a pesar del océano que les separaba. Cuando la murga termina los componentes hacen un paseillo en el que se mezclan con el público que les apalude de pie. Se besan, se hacen fotos y los percusionistas hacen una pequeña demostración entre la gente.









Voy a poner aquí algunas de las imágenes que me encontré por Montevideo. Este post no ha salido muy para allá pero por lo menos hay imágenes para que os hagais una idea.

Este edificio extraño domina toda la ciudad desde la plaza de Artigas. Casi nadie se fija pero tiene unos frisos espectaculares de hierro fundido.









Estas son algunas de las imágenes callejeras de la ciudad.











Y aquí está la gente maravillosa con la que me junté por ahí. Carlos, ¿de qué te ríes?