lunes, 5 de octubre de 2009

copacabana bolivia no brasil y la isla del sol (30 de septiembre)

A las orillas del lago Titicaca, a unos 3600 metros de altura, junto a la frontera se encuentra Copacabana. A todos nos ha sonado siempre Copacabana de la ciudad brasileña... lo único que tienen en común es la costa, pero ahí se acaba todo. Copacabana se encuentra en el lago más alto del mundo, cuando brilla el sol uno se quema, pero cuando se va comienza a hacer un frío intenso. Los cielos son de una claridad impresionante y siempre hay formaciones de nubes sólidas y compactas rodeando el lago y formando un horizonte que se confunde con las montañas nevadas del fondo.
De Copacabana salen los barcos a la isla del sol. La isla del sol es un conjunto de islotes que asoman las narices del lago con formas caprichosas, entrantes y salientes que se retuercen sobre sí mismos dando lugar a bahías y cabos imposibles. La isla del sol fue siempre un lugar muy importante para la gente del lago. De aquí, dice la leyenda partieron los incas en su peregrinaje a la busca de un sitio donde fundar su imperio y conquistar el mundo. En la misma isla del sol la leyenda dice que Wiracocha surgió de las aguas. Exactamente en la parte norte, donde una roca marca el lugar. La isla, por lo tanto, fue lugar de culto tanto de quechuas como de aymaras durante muchos siglos. En la parte norte, junto a la roca de Wiracocha, se encuentra el laberinto, un templo inca del que no se sabe muy bien su función. En los fondos cercanos al lago se han encontrado ofrendas de rituales y ceremonias, principalmente incas, pero también de la cultura tiahuanaco.
Actualmente la isla está habitada en el norte y en el sur. Su paisaje pelado está transformado en gran parte, convertido en formaciones geométricas de terrazas cultivables de las que la población local, que se concentra en dos poblaciones una al norte y otra al sur, saca un mísero sustento de patatas y quínua. La mayor parte de los ingresos viene del flujo constante de turistas que desembarca todos los días. Los locales han establecido un sistema de aduanas en los dos caminos que la cruzan de norte a sur. Para entrar en la parte norte hay que pagar 10 bolivianos y para hacerlo en la parte sur 5. Si uno no está lo suficientemente hábil tiene que pagar dos o tres veces el mismo impuesto revolucionario por pasar al mismo sitio.
El paisaje de la isla merece el viaje, en cualquier caso. El lago se mantiene quieto, inmóvil, liso y sobre el surge de pronto y como de la nada una alfombra pelada de tierra y pasto andino que muere en unas cimas romas y redondeadas por el tiempo y los vientos de la sierra. En la isla, como en casi todo el lago, apenas hay unos escasos bosques de eucaliptos, que parecen haberse adaptado a un lugar tan lejano de la manera más absoluta. El conjunto está completamente inmerso en una quietud que parecería increible teniendo en cuenta la cantidad de turistas que vienen y van todos los días desde Copacabana. Los dos caminos principales que unen las dos poblaciones de la isla son apenas unos senderos por los que sólo pueden transitar los humanos, los burros y las llamas, las motos no existen y obviamente hablar de coches es todo un ejercicio de imaginación. Los burros son los reyes de la isla, uno los encuentra en cualquier punto a donde vaya y sus conversaciones a distancia se pueden oir prácticamente desde cualquier lugar.









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