sábado, 26 de septiembre de 2009

y por fin Cajamarca (19 de julio)

De Chiclayo me fui corriendo a Cajamarca, una de las metas de mi viaje. Me iba acercando al origen de la familia peruana y además Cajamarca era el lugar donde todo empezó, o donde todo acabó, dependiendo desde que punto de vista lo mire uno. En los baños del Inca de Caxamarca fue donde Pizarro y sus secuaces dieron el golpe de mano y capturaron al Inca Atahualpa. Después de semanas atravesando las sierras, llamados por el Inca a un encuentro que parecía cada vez más imposible, finalmente en Cajamarca plantaron su campamento a unos kilómetros del campamento real, donde el Atahualpa disfrutaba de las comodidades de las aguas termales. Estaba rodeado de un inmenso ejército, al que los españoles nunca hubieran ganado en campo de batalla, pero al que tenían que enfrentarse para conseguir lo que más ansiaban... el oro. Fueron primero a visitarle con los caballos, que impresionaron a los peruanos, hasta el punto de que el Inca mandó matar a un soldado que se movió cuando el caballo pasó a su lado, y a presentarle sus respetos e invitarle a su campamento. el Inca todavía tardó, pero finalmente fue a su campamento con un séquito pequeño y prácticamente desarmado. Nunca pensó que pudiera temer nada de un grupo de soldados estando él en el centro de su imperio y rodeado de todo su ejército. Pero se equivocaba. Los castellanos esperaban escondidos y preparados. A su encuentro salió el cura Valverde junto al intérprete portando la biblia en la mano. Le dijeron que el libro le iba a hablar y el Inca lo tomó en las manos. Lo acercó al oído y al ver que no decía nada, lo tiró al suelo. Ese fue el momento que esperaban los soldados para saltar sobre el soberano indio que había osado profanar así el libro sagrado. Los acompañantes, desarmados en su mayoría, no pudieron mas que poner sus cuerpos como escudo y casi todos murieron delante de su rey. ¿El resultado? De un sólo plumazo los castellanos habían capturado al monarca absoluto más poderoso de toda sudamérica. La propia estructura de su monarquía resultó ser su perdición. Atrapado, sus súbditos no pudieron hacer nada por liberarle ante el miedo de que muriera y los españoles comenzaron a gobernar a través de él. Allí en Cajamarca hoy en día, quedán los famosos baños donde el Inca pasaba sus vacaciones, la habitación del rescate, que para quien no lo sepa es la que dicen que Atahualpa prometió llenar de oro. Parece ser que la llenó e igualmente le ajusticiaron, como excusa valió que le acusaron de mandar matar a su hermano Huascar. En un arrebato de magnanimidad le cambiaron la pena de la hoguera por la del garrote vil siempre que se convirtiera. Como los Incas creían en la vida después de la muerte, para lo que el cuerpo debía mantenerse intacto, se sometió a los españoles y se convirtió. Una más de esas conversiones tan válidas que los españoles iban consiguiendo por todos sitios, con argumentos y mano tendida.
La Cajamarca que yo vi, es un sitio tranquilo soleado, que huele a leña quemada y que vive despacio entre los calores del sol del día y los fríos de la noche. Un lugar lleno de casas solariegas de sillería, con su patio interior de madera y cal, colmado de plantas y columnas. En los alrededores tiene una hermosa campiña de montaña que os mostraré más tarde, de camino a Celendín. La población aquí se jacta de ser blanca de origen, lo cual es muy difícil de percibir para el ojo europeo. Uno ve los mismo rasgos y los mismos colores de piel que en el resto del Perú, exceptuando que de vez en cuando y sobre todo en las generaciones más mayores, hay muchos ojos azules y verdes.

Esta es la subida al cerro de Santa Apolonia.



Sobre el cerro de Santa Apolonia se haya lo que llaman el asiento del Inca... bueno a saber lo que es, la vista desde luego es bonita.

Como podéis ver las horteradas son internacionales y no saben ni de fronteras ni de colores.

una parte del tour nos llevaron a un puente colgante??!! En fin una de las atracciones del sitio. Lo que más me gustó fue el gentío que había y la gente con la que me encontré. Gente sonriente, otros lavando el coche en el río, vendiendo chucherías, un grupo de gente del pueblo arreglaba una zanja trabajando de forma colectiva y un padre le cortaba el pelo a su hijo.




Otra de las atracciones de la zona son las ventanillas de Otuzco. Un lugar de enterramiento de antiguas culturas que vivían por esa zona. Los enterraban en una pared de roca frente a un bello paisaje, cubrían los agujeros con una lápida y después los honraban durante años. Ahora no quedan más que los huecos donde se metían los restos, que los turistas van a visitar imaginándose cómo podrían ser en el momento en que estuvieran llenos. Los niños del lugar se acercan allí con la intención de cantar unas canciones, esperan a que el guía termine su explicación y luego cantan unas coplas y piden algo de dinero.







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