lunes, 16 de marzo de 2009

la finca de don Elías

Estoy por fin recuperando el tiempo perdido, se que no he escrito en mucho tiempo pero os voy a contar la visita que hice a la hacienda de Don Elias (el ordenador no tiene acentos lo siento). En realidad os deberia contar primero las aventuras de Salento, pero como no tengo mucho tiempo prefiero contaros como conoci a este senor. La duena del hostal donde me quedaba me recomendo que visitara su pequena finca. La finca se encuentra junto a otra que se llama el ocaso y que tiene una extension enorme, esta toda industrializada, pero la de Don Elias no. Su finca es pequenita, casera. Vive en una pequena casa dentro de la finca. Una casa de la zona con el armazon de guadua y las puertas abiertas en las que el espacio de dentro se confunde con el de fuera. En el patio corretean las gallinas y en el edificio adyacente su mujer se afanaba en una larga tarea sin prisa que interrumpio para saludarme. Despues de sentarme a la sombra un rato y darme agua para pasar el polvo del camino me explico un poco como era el trabajo y los ritmos del cafe. Despues fuimos a pasear por la plantacion, se calo el cestillo a la cintura y le segui por las laderas que daban al rio en lo profundo del valle. Me explico sobre las dos variedades de cafe que tenia y sobre como se reconocia el grano cuando ya estaba maduro y como se recogia y se iban podando las matas, cuando nacian y morian. Entre las matas de cafe me mostro plantas de pina, palos de aguacate, frijoles, naranjos, mandarinos, limoneros... lo unico que tenia que comprar del pueblo era la carne. Hablaba con acento pausado, un discurso carinoso y directo. Cuando le mostre la arana que flotaba en el aire entre dos arboles me dijo: "ah, si. Esa es quien me ayuda a mi. Se come a los bichitos." Cuando volvimos a la casa me explico el proceso del cafe una vez recogido. Como se le quitaba la cascara, como se secaba, como se tostaba despues y como finalmente se molia. Me invito despues a un cafe recien molido y nos quedamos hablando un buen rato, mientras yo cogia fuerzas para adentrarme en el infierno que era el camino a Salento. Antes de irme me enseno una cabana que habia construido con una ayuda del gobierno. Alli alojaba huespedes de vez en cuando. Con las visitas y con los huespedes cuadraba el presupuesto y sobrevivia dignamente.
Imposible no tomarle carino a Don Elias. Otra de las tristes despedidas que te llenan de alegria por haber tomado la decision de venir aqui.











































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