sábado, 8 de agosto de 2009

camino a máncora (25 junio)

Así que salí corriendo y cogí el primer autobús que me encontré camino a Máncora. Máncora es una pequeña ciudad de la costa. Un antiguo pueblo de pescadores que ahora se ha reconvertido en ciudad turística y santuario del surf. Queda por el norte, una vez pasado Piura de camino a Tumbes y Ecuador, en una parte de la costa en la que, por alguna razón, siempre luce el sol. Es paso obligado de todos los turistas que viajan camino al norte o al sur y todos los días la cruzan turistas gringos o nacionales que llevados por la fama del surf y de la fiesta se quedan allí unos días. Para llegar desde el sur hay que seguir atravesando el desierto de la costa. Esta vez, sin embargo, uno, llegando a Piura, se cruza con una sabana curiosa, una sabana de algarrobos que crece en plena arena del desierto. El contraste es chocante, de la seca arena se levanta un espeso bosque que vive de la humedad del ambiente y que llena de verde el paisaje. Pareciera que de entre los árboles fuera a surgir una jirafa o un rinoceronte y sin embargo lo que surgen son pueblos de casas de paredes endebles y techos de uralita protegidos por vallas de mimbre para que el viento no haga pasar la arena, algunos de ellos que se extienden durante varios minutos.
Pasado Piura, que es la tercera ciudad en importancia del Perú, comienza de nuevo el desierto. Este desierto tiene algunas montañas bajas y el agua ha moldeado sus laderas de forma caprichosa hasta hacer de algo tan árido, algo bonito. Sorprende ver aquí y allá bombas de petróleo aisladas, no se sabe muy bien si son propiedad de grandes empresas o incluso extracciones caseras que aquí y allá se mueven rítmicamente. Finalmente y después de un largo viaje llegué a Máncora. Máncora tiene una calle principal que resulta ser la panamericana. Aquí está irreconocible comparándola con los cuatro carriles por dirección que hay en Lima. Esa carretera principal que abarca como unos dos kilómetros es surcada por moto taxis constantemente. Recorren la calle principal del pueblo pitando a todo lo que se mueva para ver si le convencen de que tome un taxi y, cuando llegan al final de la calle, dan la vuelta y la recorren de nuevo.





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