lunes, 15 de junio de 2009

Camino a Palmarí

El río estaba alto, muy alto. La gente de allí decía que no lo había visto tan alto en mucho tiempo. Normalmente sube todos los años, pero sólo una vez cada diez o más años sube tanto. El parque natural junto a Leticia estaba inundado, así que la solución fue ir a Palmarí. Palmarí es uno de los centros de visitantes que hay por todo el Amazonas, en partes especialmente bonitas de la selva. Allí construyen unas casas de madera, una especie de bungalows preparados para los visitantes y la gente que llega se pasa ahí los días que quiera haciendo salidas de uno o más días, haciendo viajes en kayak, pescando, paseando por las copas de los árboles... En fin, de vacaciones. Todo por la módica cantidad de 50 euros por día. Palmarí se encuentra en el río Yavarí, un afluente del Amazonas que en esta época del año parecía el mismo Amazonas. Para llegar allí primero hay que irse a Brasil pero, como ya he comentado, eso no es problema, sólo hay que pasar una calle. Del embarcadero sale una lancha que te lleva a Benjamin Constant, de allí se toma un coche que va hasta Atalaia do Norte y de ahí ya una lancha hasta Palmarí. Un largo camino que te lleva casi un día entero. Como bien podeis imaginar los ríos aquí son las carreteras, el medio de comunicación de todas las poblaciones de las orillas del Amazonas. Las veredas están pobladas, muchas pequeñas poblaciones junto a la orilla, con sus casas de madera y sus techos de el entramado de hojas de palma que tejen en todos sitios. Se podía ver como había subido el agua porque por todo el camino se veían los techos de las casas que hasta hacía poco habían estado en zonas altas. En algunos sitios me dijeron que las aguas habían subido unos doce metros. A medida que nos acercábamos a Palmarí las poblaciones eran menores y más escasas y los delfines de río comenzaron a nadar delante de la barca, saltando de forma tan inesperada que no había manera de atraparlos con la cámara incluso si parábamos el bote. A la chiva le gustó mucho pero no dejaba de temblar de miedo, de frío desde luego no. Hacía un tiempo perfecto, sol y una temperatura agradable para ir en bañador y sandalias y finalmente llegamos a Palmarí, donde me di cuenta de que no había traído el cargador de la cámara y que tenía las horas contadas. Muchas de las cosas que vi quedaron en mi memoria, que es como decir que han desaparecido para siempre, pero intentaré hacer un remiendo de todo.
Palmarí se encuenta al lado del río. Se encuentra en un alto por lo que la subida del agua ha acercado la orilla pero no ha llegado a las casas. Es un bonito complejo de casas y habitaciones de madera que se extiende a lo largo de la orilla del río. A partir de ahí sube el terreno por lo que la selva siempre se puede caminar. Junto al complejo hay una comunidad, la comunidad de Palmarí, la mayoría de los que trabajan viven ahí y el resto vive directamente en el centro. Cuando llegas ahí planeas lo que vas a hacer los días que te quedes: la selva, el río, pescar, los árboles, lo cierto es que hay mucho por hacer y no lo harías todo ni en un mes. Yo me quedé con la selva, dos días, una noche. Tenía curiosidad por adentrarme y ver qué había por ahí y cómo se sentía uno rodeado de tanta vegetación. Y bien que lo hice. Pero eso será más tarde, de momento os dejo con las fotos del camino a Palmarí. Es una pena que no hiciera ninguna foto entre Benjamin Constant y Atalaia. El modo de llegar es un taxi común. Más divertido fue la vuelta que lo hice en moto y, como no, me cayó la lluvia. Pero nadie para nada por la lluvia en la selva y menos un viaje en moto no?

Benjamin Constant
Barco en Atalaia
lo poco que pude captar de un delfín.
La chiva se puso cómoda después de estar temblando en la parte superior.
Uno de los atajos que hacen cuando el agua está alta entre meandros del río.
Unas habían quedado bajo el agua...
Otras no.

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