miércoles, 17 de junio de 2009

puerto nariño

La selva me dejó cansado, pero decidí moverme, había más sitios que visitar por la zona antes de dejar Colombia y viajar a Perú. Puerto Nariño es un pueblo subiendo el Amazonas en dirección a Iquitos que tiene una peculiaridad, no tiene ningún tipo de locomoción a motor, ni coches, ni motos, ni siquiera bicis. El porqué lo veréis enseguida. Ahí lo que había que ver era básicamente el pueblo, pasar el día entre sus calles. Tomé una lancha, otra diferencia entre las tres ciudades son las barcas, las que veis aquí son las brasileñas, cubiertas de fibra de vidrio y con asientos. En la parte peruana son barcas de madera con una cubierta de hojas de palma.

El trayecto que hice practicamente abarca el Amazonas colombiano, pasa por la reserva que Colombia tiene en el río y que en esta época está cubierta por el agua practicamente. Por el camino hay pequeñas poblaciones, colegios y alguna que otra finca en la que antiguamente un griego mafioso criaba búfalos como tapadera para sus negocios de coca y pieles. Allí todo el mundo le recuerda porque fue él el que construyó el puerto.

Era el cumpleaños de mi padre, el diecisiete de mayo y domingo. El domingo cierra el único internet del lugar y no hay teléfono público. Así que estaba aislado del exterior mientras todos festejavais en Madrid. No me quejo de todas formas, como vereis el pueblo era bien bonito. Cierto que no tenía nada, ni plaza, ni siquiera calles, pero precisamente por eso se respiraba una tranquilidad y una paz que no había visto en otros lugares, menos aún en Leticia que, a pesar de ser pequeña, es movida, llena de motos y de jaleo en las calles y el puerto. Allí todo adquiría un tiempo distinto, lento y cadencioso. Fui a ver un partido de fútbol en el campo municipal, luego paseé por el pueblo y ví cómo anochecía en el puerto mientras unos aguerridos jugaban al balonmano polo en la cancha de fútbol cubierta por el agua. A última hora vi que había un centro de interpretación de la naturaleza así que lo dejé para el día siguiente y me fui a dormir. En Puerto Nariño la noche no tiene luz, no hay farolas, las luces de las casas apenas alumbran el portal y uno se tiene que guiar por la luz de las estrellas que brillan en lo alto o por lo que alumbre el móvil de cada uno. Esa noche, en la terraza del hostal los mosquitos aparecieron a la luz y amenazaron con masacrarme, así que abandoné la cómoda hamaca y me fui a la cama. Al día siguiente fui a ver el famoso centro que estaba en medio de una laguna y al que había que llegar a través de una pasarela... estrecha todo hay que decirlo. Fue interesante, aunque como todo en este viaje, cuando llega la hora de las explicaciones, insuficiente.











































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